La sombra de tu brazo
cruzó las sábanas blancas.
La ciudad cantaba lejos,
una canción sin esperanzas.
Los faroles pintaban ámbar
en el techo de nuestra unión,
y tu cabello, tinta oscura,
reposaba en mi rincón.
Y en la curva de tu cuello,
descubrí dónde empezar.
Te respiré sin palabras—
silencio hecho amar.
Nuestros cuerpos delineados
por la luz tan sutil,
un amor frágil y sincero,
tú y yo…
y el vino carmesí.
Tu cabello olía a noche,
a brisa cálida de abril.
No dijimos juramentos,
pero fue amor sutil.
Tus dedos sobre mi pecho,
como un soplo sin final.
Tus besos no se dijeron,
pero hablaban igual.
Y en la curva de tu cuello,
descubrí mi hogar.
Un susurro, un latido,
una canción sin hablar.
Nuestras formas en la sombra,
una promesa sin fin.
Un beso, un suspiro,
y vino carmesí.
Promesas no dichas,
tatuadas en tu piel.
Obsidiana y noche…
donde todo fue fiel.