El viejo jardinero bajo el sol que se va,
Cuida sus rosas, rojo, blanco y marfil.
Cada flor, un recuerdo que no morirá,
Cada espina, un verso sutil.
Un día escuchó cantar al ruiseñor,
En la primavera de su juventud.
Cantaba al amor, cantaba al fervor,
Y él creyó en esa eterna virtud.
Pero ella, su rosa, se desvaneció,
Como rocío que el alba llevó.
Hoy cada flor le cuenta su ayer,
Y espera al ave volver a ver.
El crepúsculo cae, el jardín en paz,
Escucha en silencio bajo el nogal.
Y entre los árboles, una voz quizás,
Canta el ruiseñor su amor inmortal.
Canta al amor que el tiempo llevó,
A la belleza que el viento borró.
Y en el perfume de la flor que fue,
Encuentra el alma lo que aún ve.
El ruiseñor canta por él otra vez,
Del gozo perdido, del ayer sin revés.
Con ojos cerrados, respira el dolor,
Y siente a su rosa, en ese clamor.