Ella dormía al calor del baile,
y yo desperté soñando volverla a ver.
Hace tiempo le escribí aquella carta,
diciendo que el amor era solo un placer.
Le dije que no conozco ataduras,
que el amor era cosa de aventuras.
Ahora no puedo ignorar…
su eco vuelve a resonar.
No le mandaré rosas secas…
ni escribiré versos secretos.
Eso era de un hombre
que creía en amores ligeros…
fáciles de dejar atrás.
Ahora entiendo qué aún queda—
solo el calor de su compás.
Ahora sueño sin dormir,
la veo en la esquina de mi mirar.
No quedan poemas que fingir,
ni juegos que ocultar.
No le mandaré rosas secas…
ni escribiré versos secretos.
Eso era de un hombre
que creía en amores ligeros…
un simple pasatiempo más.
Ahora veo lo que permanece—
solo el calor de su andar.